HABLANDO DE EMPLEO
O mejor, de desempleo, lacra social impropia de cualquier Estado; recurso muy a mano cuando se trata de justificar lo injustificable; problema, la mayor parte de las veces, puramente estadístico para nuestros gobernantes; arma arrojadiza del empresariado inconsciente a sindicatos blandengues y a gobiernos desorientados.
El desempleo en España es un asunto que viene de lejos, de muy lejos en el tiempo. Durante la II República el “paro obrero” fue uno de los principales problemas sociales, origen de tensiones que desembocaron en huelgas, revueltas, caídas de gobiernos y enfrentamientos continuos entre sindicatos de clase y políticos esclerotizados por el poder. No se resolvió el problema. Ni tras la Guerra Civil, cuando una buena parte de la población se encontraba bien muerta, bien en prisión, bien en el exilio, y la reconstrucción de infraestructuras era imprescindible. Ni en los mejores años del desarrollismo franquista, cuando aún había exilio y cárcel, y más de tres millones de emigrantes. Pero entonces aún no había datos públicos del INE sobre el porcentaje de paro sobre población activa. En estudios recientes se calcula que en 1974 el porcentaje de desempleo en España se movía entre el 15% y el 17%, como media. En este estudio también se hace constar que en Cataluña apenas si era del 7%, mientras en Galicia o Castilla y León (actual) se elevaba al 19%, y en Andalucía hasta el 23%.
La llegada de la democracia tampoco resolvería el problema y durante la Transición el desempleo se fue incrementando de tal manera que en 1980 ascendió hasta el 22%, legando hasta el 24,4% en 1983, fruto de las consecuencias de la crisis de mediados de los setenta, que en España tuvo consecuencias directas durante una década más. El resto, hasta hoy, es ya conocido por todos.
Pero, ¿Cuál es la causa de esta situación?, ¿Qué se ha hecho para solucionar el problema de fondo?, ¿Cómo se puede cambiar el escenario de nuestro mayor y más costoso problema social y político?
Las causas, de las cuales nadie habla nunca, o si lo hace es a media voz, con medias palabras, no son otras que una estructura productiva anticuada, decimonónica. Un tejido empresarial al que le está costando mucho adaptarse a la nueva economía, y sobre todo reaccionar ante los nuevos paisajes de los mercados, porque mantiene estructuras igualmente decimonónicas; empresas de tamaño medio, familiares, sin ninguna cultura de empresa, o bien autoempleo, parche con el que se ha querido tapar los pinchazos de un neumático gastado, inservible. Súmese a esto el espíritu especulador de “estraperlista”, que es la imagen de nuestros inversores, empeñados en operaciones a corto plazo de alta rentabilidad, sin ninguna consideración por el resto de la sociedad y con total desprecio de las instituciones, las mismas a las que recurren cuando las cosas no marchan bien, o a las mismas a las que chulean subvenciones para incrementar no sus empresas, sino sus capitales.
Otra de las causas es la distribución de los sectores productivos. En España se pasó de un base agraria que abarcaba más del 60% de la producción y casi el 50% del empleo, a una base en el sector servicios que aportaba un 63% de la producción y un 58% de empleo. El peso del Sector Primario se desplaza hacia el Terciario, incrementando este y debilitando el primero, mientras el Secundario (la industria) permanece más o menos inalterable (con tendencia a la baja constantemente).
Cuando en 1995 se presenta el “Libro blanco sobre empleo en Europa”, que la Comisión de la entonces Comunidad Europea elaboró durante cinco años, se entregó a cada país miembro un Memorandum específico en el que se abordaban los problemas que en el país se habían detectado, así como la evolución de los mismos a futuro y una serie de recomendaciones para organizar el mercado laboral y re-estructurar, en su caso, el tejido productivo.
Para España, que entonces sufría un 17% de desempleo, las recomendaciones se centraban, sobre todo, en la reorganización de los sectores productivos y en la promoción de nuevos yacimientos de empleo, advirtiendo que, en caso contrario, la competitividad con el resto de países de la futura UE se vería seriamente afectada, y a la larga soportaría problemas de desempleo muy graves. También se incidía en no asentar el peso del PIB en lo servicios, especialmente el Turismo y el subsector de la construcción y diversificar las inversiones públicas, de manera que la construcción atendiera a las infraestructuras y a las necesidades reales de vivienda, ya que ello tendría efectos de asentamiento y acotamiento de un subsector excesivamente dimensionado ya entonces. Otras recomendaciones se referían al aprovechamiento de los recursos naturales como fuente de empleo a futuro, combinados estos con la investigación y la promoción de nuevas fuentes energéticas. También en la regulación del sector agro-ganadero y en el mantenimiento de la población rural (que seguía el eterno éxodo a las ciudades). Aún aportaba más información, especialmente dirigida hacia el empresariado. Recomendaba formación para nuevos empresarios (los más jóvenes), cultura de empresa (la empresa como herramienta de cohesión social), creación de redes de investigación (ya que la investigación era excesivamente cara en España), modificaciones en política crediticia, hacer de las Cajas de Ahorro auténticos bancos regionales que financiaran el desarrollo regional, bancos casi cooperativos. Apostaba por una nueva definición de la producción, un nuevo marco de política de empleo, una mayor presencia de organizaciones sociales en el debate, una vía de negociación en la cual participaran empresas, sindicatos, gobiernos y organizaciones sociales.
Y así hasta ciento ochenta y seis puntos que llegaban a sumar más de trescientas páginas.
Eso fue, justo, un año antes de las Elecciones de 1996. En aquel momento Felipe González era el Presidente del Gobierno y mantuvo varias consultas con miembros de su gabinete en las cuales se trataron, punto por punto, las recomendaciones de la Comisión. Me consta que alguno de sus ministros se rió abiertamente del Memorandum, que varios altos cargos protestaron porque no se había contado con sus departamentos para la elaboración del mismo(el documento se hizo con información y datos solicitados a cada país miembro y fue realizado por expertos independientes de todos los estados miembros) y otros directamente no le prestaron ninguna atención. Pero el Presidente sí lo hizo, y también me consta que tomó medidas al respecto y encargó a un grupo de trabajo (que trabajó en dependencias del Senado) una valoración al respecto, con la intención de seguir, al menos, varias de las recomendaciones recogidas en el Memorandum. En el informe final se incluyó un Plan de Actuación, con un calendario y con datos sobre la incidencia de la puesta en marcha de nuevas políticas, del cual se desprendía que si bien el desempleo aumentaría entre un 5% y un 8% en los dos primeros años, a partir del tercero se rebajaría en más de un 10%, y la tendencia sería similar los siguientes dos años, hasta llegar al año 2010 en que, según aquellas previsiones, el desempleo en España rondaría el 4% (en un escenario de crecimiento sostenido de entre el 3% y el 5% anual).
Ello gracias a la reorganización de los sectores de producción, en la cual el Primario sostenía una ocupación cinco veces superior a la actual, aumentando de paso la población rural; el Secundario ocuparía al triple de empleados de los que hoy tiene y el Sector Terciario más o menos un treinta por ciento menos de los que teóricamente ocupa en la actualidad.
Se promocionaba la creación de redes cooperativas agro-ganaderas que organizaban desde la producción hasta el consumidor finalista; la diversificación de cultivos, incidiendo en los bioenergéticos; el aprovechamiento del medio natural como fuente de recursos de ocio, de naturaleza y de energía.
Se apostaba por las nuevas tecnologías con aplicaciones sanitarias; por la bio-investigación farmacéutica; por la industria de nuevos materiales; por el reciclaje, la automoción terrestre, etc.
Se especializaba el turismo, apostando por un turismo menos estacional y más cultural; se recortaba la construcción o se aplicaba a edificación social sostenible; se incrementaba la especialización; las infraestructuras de comunicación; el transporte terrestre; la recuperación medioambiental.
Y se apostaba por la formación desde la base, planes de formación especializada, formación profesional de calidad y sobre todo en especialidades necesarias, no obsoletas.
Parte de estas propuestas se incluirían en el Programa Electoral del PSOE de 1996, pero todo se quedó en nada, en humo, en una oportunidad perdida.
Tras la victoria del PP de Aznar en 1996 tanto el Memorandum, como el Informe pasaron a los almacenes o a la papelera directamente. Los modos y maneras de gobernar del PP con ansias de gobierno y de poder a costa de lo que fuera, y sobre todo con importantísimas deudas con empresarios y especuladores llevó a España a un falso paraíso en el cual se ataban los perros con longanizas, y el que no se hiciera promotor, constructor o inmobiliario era un pobre hombre digno de lástima, cuando no de escarnio.
A base de terreno edificable, crédito a tutiplén, y ladrillo de cara vista se consiguió que el paro descendiera hasta un 9% (la cota más baja), llenándose la boca con palabras como “pleno empleo” o “desempleo marginal”. Lo cierto es que nunca bajo el desempleo del 12%, datos reales, de la UE, no del gabinete de Moncloa. Sólo hay que buscar en la web de la UE el histórico de empleo para saber la verdad. En función de los datos del Eurostt se elaboran los diferentes programas y proyectos para los estados miembros (y en eso no protesta nadie).
Cuando se decía que el crecimiento económico era del 5%, no se mostraba un paisaje ideal, sino un gran trampantojo, como los carteles de los chalets de “ciudad de vacaciones”, donde por cierto Aznar tenía alguno.
Nadie se ha atrevido en España a hacer lo que hizo Irlanda, siguiendo las recomendaciones de su Memorandum, cambiar totalmente el tejido productivo, de forma que pasó de un índice de desempleo de hasta el 28% y una emigración continuada, a un desempleo en esta época de crisis que no supera el 12% , manteniendo un crecimiento bajo, pero continuado, apostando por formación, nuevas tecnologías de comunicación y re-estructuración total de la agricultura y la ganadería. Valiente, determinante, efectivo.
Cuándo se va a atrever un gobierno en España a acometer las reformas que se precisan, sin miedo a los capitales, a los empresarios o a la pérdida de votos. Ese es el problema, que se gobierna para la estadística, los índices de intención de voto, no para los ciudadanos?
Cuándo se va a hablar claro?. Cuándo se va a decir de una vez que la cuestión no es reformar el “mercado laboral”, sino el “mercado empresarial”? Que el problema no es el coste del despido a la hora de crear empleo, sino la incapacidad de los empleadores, que sólo contratan cuando hay primas de por medio, incentivos a la contratación, rebajas fiscales, salarios de miseria o jornadas de trabajo dobladas, etc. Que se ha perdido formación en todos los niveles de capacitación, porque “en la construcción puede trabajar cualquiera” (palabras de un constructor que cotiza en bolsa). Que somos el país en que los trabajadores pasamos más tiempo en nuestro trabajo, pero que tenemos la productividad más baja. Que tenemos unos Sindicatos que emplean en su estructura a un número de trabajadores similar al que tienen todos los pequeños Municipios de España, y sin embargo tienen la tasa de afiliación más baja de toda la UE? Que ya estamos más que hartos de tanta tomadura de pelo, de tanta mediocridad, de tanto político, de tanta política absurda, de tanta resignación.
Tal vez la única forma de arreglar algo sea tomando a los caballos por la brida, y evitar que los que dirigen el carro puedan manejar las riendas.